Hemos visto que la actitud del creyente, tanto ante las provocaciones del mundo como ante sus más seductoras proposiciones, es la de soportar en silencio y no contestar nada. En cambio, ante Dios puede tomar la palabra. Es lo que hace Ezequías. Empieza por presentar ante Jehová la carta que acaba de recibir y, por decirlo así, le declara: «Esto te concierne; te encargo que lo cuides. A ti mismo te ultrajó el asirio, atentó contra tu gloria» (v. 19; véase Salmo 83:12, 18).
Ezequías completa sus sorprendentes disposiciones militares mediante la más hábil táctica: retirarse, echarse a un lado para dejar al enemigo frente a Jehová, pues ¡él es el más fuerte! «Dejarte solo obrar, firmes en tu victoria…», dice un cántico. En nuestras dificultades, sean pequeñas o grandes, empecemos por sentirnos demasiados débiles para superar el obstáculo. Luego, expongamos nuestro caso al Señor mediante la oración. Finalmente, aguardemos apaciblemente la liberación que viene de arriba.
Así, la prueba no se colocará más como una pantalla entre el Señor y nosotros, sino que el Señor mismo se mantendrá como un escudo protector entre la prueba y su redimido (léase Salmo 38:14-15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"