El brillante príncipe de Tiro, quien se enalteció como un dios, es objeto de una profecía personal. Su castigo nos recuerda el que hirió a Herodes por haber aceptado los halagos de los de Tiro y Sidón, cuando dijeron: “Voz de Dios, y no de hombre” (Hechos 12:20-23). Pero, bajo esa figura del rey de Tiro, Dios quiere hablarnos de un ser misterioso y terrible: Satanás mismo. Príncipe de este mundo –del cual Tiro es imagen–, él utiliza sus riquezas para satisfacer las codicias de los hombres, a fin de mantenerlos sujetos a esclavitud. Y por los versículos 12-15 nos enteramos de que Satanás no fue siempre el Maligno, el enemigo de Dios y de los creyentes. Resplandeciente querubín, “lleno de sabiduría, y acabado en hermosura”, también fue perfecto en sus caminos hasta el día en que se halló iniquidad en él (v. 15). Su corazón se enalteció hasta querer dejar su posición de criatura y ser como Dios (v. 2; Isaías 14:13).
La soberbia es llamada “la condenación del diablo” (1 Timoteo 3:6) y por esa misma tentación –“seréis como Dios”– él arrastró al hombre consigo en su caída.
Pero Satanás fue vencido por Cristo en la cruz y la Biblia nos revela la terrible suerte que le está reservada (Apocalipsis 20:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"