Estos dos capítulos evocan un sombrío momento de la futura historia de Israel. La masa del pueblo extraviada por ciegos centinelas (v. 10) se irá en pos del Anticristo (el rey del cap. 57:9). Durante ese tiempo, Dios seguirá con la mirada a los fieles que respeten sus días de reposo y los alentará con sus promesas. En ese momento, el templo estará destruido después de haber sido profanado. Pero volverá a tomar su nombre y su carácter de “casa de oración” para alegría de ese remanente. Además, estará abierto a todos los pueblos (cap. 56:7). En lo que nos concierne, a nosotros los creyentes, en todo momento tenemos acceso a Dios para la oración y la alabanza. ¿Lo aprovechamos?
Los versículos 1 y 2 del capítulo 57 nos revelan el verdadero significado de la muerte de un justo y de los hombres de bondad. Así Dios los protege de los castigos que prepara para los demás hombres (véase 1 Reyes 14:12-13). “Produciré fruto de labios” dice Dios (v. 19). Hebreos 13:15 nos muestra que se trata del “sacrificio de alabanza”. Está dirigido a Dios, pero Él mismo es quien lo produce mediante su Espíritu en el corazón de los suyos.
Finalmente, el versículo 20 bosqueja un rápido cuadro de la malsana agitación de los impíos con sus consecuencias. El apóstol Judas lo completa al comparar estos a las “fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza” (v. 13).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"