La verdadera felicidad
Estaba un incrédulo pronunciando un discurso ante una concurrencia numerosa. Se esforzaba por persuadir a sus oyentes que no hay Dios, ni demonio, cielo ni infierno, resurrección, juicio ni vida venidera. “Echen de ustedes”, dijo él, “sus Biblias, ni tampoco escuchen lo que les dicen los ministros”.