“Cuántas grandes cosas ha hecho Dios contigo” (Lucas 8:39; Marcos 5:19).
“Les mandó mucho que nadie lo supiese” (Marcos 5:43).
Un hecho digno que nos ha de llamar la atención es que el Señor nunca quiso que sus obras satisficieran la curiosidad del mundo, como nos lo demuestra sobre todo el Evangelio según Marcos, en el cual él nos es representado como el Siervo Perfecto.
Es un motivo de gozo ver a un pecador arrepentido dar testimonio de la gracia que obró en su favor, en cambio es muy distinta la actitud de aquel quien va relatando en el mundo hechos maravillosos como los milagros de Jesús hacía, o como noticias que sorprendan y causen la admiración de personas que no sienten su incapacidad y miseria espiritual. Sin embargo, es probable que diésemos más importancia a relatar un milagro que ocurriera en la actualidad, que a testificar de nuestra propia conversión.
Así comprendemos mejor los motivos del Señor cuando, en el capítulo cinco del Evangelio según Marcos, le dijo al hombre que acababa de librar de un espíritu inmundo, que se fuese a su casa y contara cuan grandes cosas el Señor le había hecho (v. 19), mientras que después de haber resucitado a la hija de Jairo, amonestó a la gente, recomendándoles que nadie lo supiese (v. 43).
El Siervo divino no tiene necesidad de ser famoso ante el mundo, tampoco necesitan serlo aquellos que él emplea en su servicio, pues les basta solo con la aprobación del Maestro: Y él la da en secreto. Pero, en aquel día en que todo será manifestado, esta aprobación se manifestará públicamente, y todo será para la gloria de Dios.
¡La gloria de Dios! Tal era el único objeto del Siervo Perfecto. Hermanos, pidámosle la gracia del poder imitarle, aunque sea tan solo un poco.