“No debiste… no debiste… no debiste…”. Siete veces la voz del divino Juez formula acusaciones cada vez más graves. Primero se trata de culpables miradas, de una mala alegría colmada por el sufrimiento y el desastre de otro.
Las mismas desvergonzadas y cínicas miradas se posaron sobre Jesús crucificado. “Ellos me miran y me observan”
(Salmo 22:17).
Pero la malicia de Edom (y la de los enemigos de Jesús) también se tradujo en palabras y hechos. “Estiran la boca, menean la cabeza” (Salmo 22:7; comp. fin del v. 12). ¿Hay peor cobardía que la de insultar a alguien que se halla en la desdicha? Impelido por instintos saqueadores, Edom igualmente había aprovechado la calamidad de Israel para apoderarse de sus riquezas; sin piedad había exterminado a los que se escapaban. Todos esos crímenes no quedarán impunes. El día de Jehová traerá el definitivo y completo desquite del “monte de Sion” contra el “monte de Esaú”. Mientras un remanente de las demás naciones viva feliz bajo el cetro del Mesías, Edom será borrado del mapa del reino milenario. ¡Qué solemne desaparición la de esa raza de Esaú, quien en otros tiempos había menospreciado la bendición!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"