Jehová no había olvidado que Egipto seguía siendo una trampa para su pueblo. ¡E iba a demostrarlo! Además, daba ese país a Nabucodonosor como recompensa por su trabajo contra Tiro (cap. 29:19-20). Los golpes que iban a herir a Egipto nos recuerdan las plagas que, en los tiempos del Éxodo, habían asolado a ese país, su río y sus canales, sus ídolos y sus habitantes. La más terrible había sido la muerte de sus primogénitos, cuando Jehová ejecutó sus juicios “en todos los dioses de Egipto” (v. 13; Éxodo 12:12).
Y, lo mismo que en otros tiempos, esos grandes juicios tenían como fin hacer saber a los egipcios quién era Jehová
(comp. v. 19; Éxodo 7:5).
En efecto, el cumplimiento de todos esos castigos contra las naciones debía tener un resultado, repetido como un refrán al final de cada profecía: “Y sabrán que yo soy Jehová” (cap. 23:49; 24:27; 25:5, 7, 11, 17; 26:6; 28:24, 26; 29:21; 30:19, 26).
No es posible escapar al conocimiento del Dios santo y a sus exigencias con respecto al pecado.
Pero hoy, él se revela todavía como el Dios Salvador en Jesucristo. ¿Le conoce usted así?
Porque todos aquellos que no quieren conocerle ahora como Dios de gracia más tarde tendrán que comparecer ante él en juicio (Amós 4:12).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"