A partir del capítulo 4, Jehová hace entrar a Ezequiel, mediante diversas señales, en las dolorosas circunstancias que atravesará su pueblo.
Un siervo de Dios, que haya pasado personalmente por la escuela de la humillación y el padecimiento, está en condiciones de comprender mucho mejor a los que lo atraviesan y de exhortarlos con más autoridad.
Conoce la situación de ellos por su propia experiencia y así puede ponerlos útilmente en guardia. Al acostarse sobre su costado y cocinando su pan al fuego alimentado con basura, Ezequiel llevaba, figuradamente, las consecuencias de la iniquidad de su pueblo (cap. 4:4). Ahora Dios le prescribe que afeite sus cabellos y su barba, hecho deshonroso para un sacerdote y prohibido por la ley (Levítico 21:5). Los versículos 11 y 12 nos explican el alcance simbólico de tal acto. Israel, adorno de Jehová, es puesto a un lado y varios juicios van a caer sobre él, escogidos por aquel que pesa (v. 1) la culpabilidad de cada uno. Algunos serán presa de la peste y del hambre durante el sitio de la ciudad, otros caerán a espada y, finalmente, otros serán esparcidos y perseguidos. Moisés ya había anunciado esos castigos (Levítico 26:14 y sig.; Deuteronomio 28:15 y sig.) y desde entonces la historia de Israel confirmó que Dios no puede sino cumplir su Palabra (cap. 12:28).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"