El Santo no verá corrupción

Salmos 16:8-11

Al Señor he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente; porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre
(Salmo 16:8-11).

El Salmo 16 fue escrito por David, pero habla proféticamente de alguien mucho más grande que él. Eso ya lo podía ver claramente un israelita que leía este Salmo en la época del Antiguo Testamento. Porque el “Santo” del Salmo 16 pronunció palabras extraordinarias que David no pudo haber dicho de sí mismo:

•    El Santo de Dios se regocijó en Dios durante su vida, y su carne descansó confiadamente frente a la muerte. Tenía la confianza de que su cuerpo no vería corrupción. El Santo debía morir, pero resucitaría poco tiempo después.
•    Su alma no sería dejada en el Seol (reino de los muertos), sino que se uniría al cuerpo resucitado unos días después de su muerte, para vivir en la plenitud del gozo en la presencia de Dios.

Esto no se aplica a David, porque:

•    El cuerpo de David sufrió la corrupción.
•    David aún no ha resucitado de entre los muertos.

El Salmo 16 habla, pues, del Señor Jesús, el hijo de David. Como profeta, David habló de él por medio del Espíritu de Dios, viendo y anunciando anticipadamente la resurrección de Cristo.

El apóstol Pedro presenta este mensaje profético a sus oyentes judíos. Con este mismo Salmo 16 prueba que el Mesías debía resucitar “de entre los muertos” poco después de su muerte:

"Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

Porque David dice de él: … mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia.

Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hechos 2:22-32).

El apóstol Pablo también citó el Salmo 16 para convencer a su audiencia en la sinagoga de la resurrección del Señor Jesús, por medio de las Escrituras:

“En cuanto a que le levantó de los muertos (a Jesús) para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David. Por eso dice también en otro Salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción. Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción” (Hechos 13:34-37).

Notemos que tanto Pedro como Pablo citaron el Salmo 16 para probar la resurrección del Mesías sobre la base del Antiguo Testamento. Esto atestigua que la afirmación de que el Santo de Dios no vería corrupción se refiere a la resurrección del Señor Jesús.

En varias ocasiones los profetas testificaron acerca de la muerte de Cristo, de su sepultura y su resurrección. Estos hechos forman parte integrante del Evangelio que tenemos el privilegio de proclamar. Pablo escribe a los corintios:

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado… Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce” (1 Corintios 15:1-5).

Jesucristo, quien murió en la cruz por nosotros, no vio corrupción; ni siquiera externamente entró en contacto con ella, porque su cuerpo fue colocado en una tumba nueva donde nadie había sido puesto (Juan 19:41). Aquel que murió y fue sepultado está “vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:18). Su resurrección es un hecho milagroso, el cual creemos y podemos atestiguar.

Resumen

El Salmo 16 fue escrito por David. Pero habla de Uno mayor que él, habla del Señor Jesús. Él fue ese hombre santo, quien siempre tenía a Dios delante de él, y sabía que resucitaría justo después de su muerte. A diferencia de David, Jesús no vio corrupción. ¡Resucitó al tercer día y vive eternamente!     

G. Setzer