Una vida humana – y Dios

Cuando este hecho tuvo lugar, Niccolò Paganini (1781-1840), uno de los violinistas más grandes de todos los tiempos, todavía era joven, pero su fama ya se había extendido ampliamente. Cierto día fue invitado a dar un concierto ante un público selecto, incluyendo a las personas más distinguidas de la ciudad y a los críticos más eminentes. Unos fueron por curiosidad, otros con la firme intención de desacreditar al famoso violinista.

Ya había presentado la mayor parte de su programa, y comenzaba una nueva pieza, cuando un siniestro «pum» sonó. Una cuerda del violín había saltado. Frunciendo el ceño, el hábil músico trató de ocultar su molestia y continuó usando las tres cuerdas restantes. Poco después, una segunda cuerda saltó. De inmediato se oyeron murmullos irritados en la sala: ¿Cómo pudo presentarse ante un público tan respetable sin haberse asegurado de que su instrumento funcionara correctamente? Sin embargo, el violinista siguió tocando aparentemente tranquilo, pero con el corazón ansioso. De repente se rompió una tercera cuerda. Toda la audiencia se impacientó, algunos gritaron enojados.

Paganini permaneció indeciso por un momento; luego, avanzando resueltamente frente al escenario, blandió su arco y pidió silencio: «Señores», gritó, «¡una cuerda – y Paganini!». Y poniendo su violín bajo su barbilla, volvió a tocar. Esa melodía produjo tal encanto, que el público la escuchó extasiado, y nadie pensó más en cuestionar su talento.

¡Una cuerda – y Paganini! ¡Una vida humana – y Dios! Quizá parezca que todas las cuerdas de su ser estén rotas, que ya no vale la pena vivir. Sus preocupaciones aumentan, tal vez haya perdido a un ser querido, o está enfermo, completamente agobiado, cansado de la vida… No se desanime. ¡Dios no lo ha olvidado! Ponga su carga sobre él. De la enmarañada red de circunstancias, Dios puede hacer brotar una “fuente de agua viva”. Puede hacer vibrar las cuerdas desgastadas en pura música nueva.

¡Vaya a Jesús, tal como es! La Biblia asegura que él es “muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11) para con los que están cansados y agobiados. Él dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Oh alma cansada y turbada,
¿Sin luz en tu senda andarás?
Al Salvador mira y vive,
Del mundo la luz es su faz.

Coro:

Pon tus ojos en Cristo,
Tan lleno de gracia y amor,
Y lo terrenal sin valor será
A la luz del glorioso Señor.

Original en inglés
Autora: Helen Howarth Lemmel

El que ha respondido al llamado de amor del Salvador, confiando en Dios y aceptando su gracia, ha nacido de nuevo (Juan 3:3-8). “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas… Dios… nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Corintios 5:17-18). Usted también puede “nacer de nuevo” recibiendo la luz que da el evangelio de la gracia de Dios, la luz sobre lo que usted es (un pecador perdido), y la luz sobre lo que Dios es (amor y luz). Dios “ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Tal vez usted ha puesto su confianza en Dios, ha experimentado que él es “misericordioso y clemente” (Salmo 86:15). Sabe que él se ocupa de usted. Sin embargo, a menudo siente una gran carga, no la de sus pecados, sino la de sus preocupaciones. Entonces, es hora de ponerlas en las manos de Dios; ¡hágalo simplemente por medio de la oración! Su Palabra dice a todos los que hemos creído en él: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). Podemos experimentar todo el valor de esta promesa: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).

Dios, nuestro Creador y Salvador, puede dar “cánticos en la noche” (Job 35:10). Como dice el apóstol Pablo, podemos estar “entristecidos, mas siempre gozosos” (2 Corintios 6:10). Y podemos cantar “en la noche”, porque para nosotros los cristianos, una estrella brilla con fuerza: la esperanza del regreso de nuestro Salvador y Señor.

¿Para qué atormentarse?

“No os afanéis…”, dijo Jesús a sus discípulos en Lucas 12:22-23. No nos carguemos con nuestras preocupaciones, pongámoslas en las manos Dios, con humildad y confianza (1 Pedro 5:7).

Al leer los versículos arriba mencionados podemos sacar cuatro enseñanzas:

1.   No debemos afanarnos: “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?” (v. 24).
2.   Afanarse no da esperanza: “¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?” (v. 25-26).
3.   Afanarse es falta de fe: “Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?” (v. 28).
4.   Es inútil afanarse: “Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas” (v. 29-30).                                                      

La Buena Semilla