Pablo y Timoteo

Colaboradores desde la conversión hasta la muerte

El relato sobre Pablo y Timoteo es un buen ejemplo de una colaboración fructífera entre un creyente mayor y uno joven, basada en la confianza. La relación que estos hombres de fe tenían nos muestra algunos puntos importantes para lograr, entre creyentes de diferentes generaciones, una colaboración llena de bendición.

Ayuda al comienzo de la vida cristiana

Timoteo creció en un hogar un poco complicado, pues el padre era griego y la madre judía. Este matrimonio mixto (un yugo desigual) dejó huellas en la educación de Timoteo. No fue circuncidado según lo ordenado en la ley; sin embargo, desde niño fue instruido en las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3:15). Una fe no fingida habitó primero en su abuela y luego también en su madre (2 Timoteo 1:5). Timoteo oyó hablar de la fe cristiana por medio de Pablo, y se convirtió a Jesucristo, por eso Pablo podía decir: “Timoteo, verdadero hijo en la fe” (1 Timoteo 1:2). Haberlo orientado en su conversión fue clave en la relación del hermano mayor con el menor. El hermano ejercitado, que por la gracia del Señor vive tal experiencia, indudablemente tendrá una relación especial con su “hijo en la fe”.

Preparación para la colaboración

El apóstol Pablo era un hombre previsor y trataba de anticiparse a posibles problemas. Como ya se ha dicho, Timoteo no estaba circuncidado, por lo tanto para los judíos era un gentil. Pablo percibió que este hecho podría traerle problemas en el servicio, y lo circuncidó.

¡Qué bueno cuando, aún hoy, hombres maduros espiritualmente comparten sus experiencias con los más jóvenes! Y estos, aceptando los consejos, pueden iniciar una relación de valiosa colaboración.

Desde su conversión, hasta el comienzo de la obra junto al apóstol Pablo, Timoteo no estuvo sin hacer nada. En Hechos 16:2 leemos que los hermanos “daban buen testimonio de él”, pues podían ver su fe puesta en práctica (y quizá también su primera obra en Listra e Iconio).

Así podemos decir que la colaboración en el ámbito cristiano entre jóvenes y mayores se da bajo dos aspectos: los mayores saben reconocer a los jóvenes que pueden ser de utilidad, y apartan lo que pueda ser un estorbo; y los jóvenes, en su vida práctica, muestran que siguen al Señor fielmente y de corazón.

Dar ejemplo y dejar obrar

Después de haberse “preparado” para una obra conjunta, Timoteo acompañó a Pablo en sus viajes. Seguramente hablaron mucho durante los largos trayectos a pie, y Timoteo debió aprender muchas cosas de Pablo. No solo de las conversaciones, sino también del comportamiento de Pablo, para luego ponerlas en práctica: Pablo le asignó diferentes tareas que le permitieron aplicar lo aprendido y observado.

En su primer viaje juntos, Pablo dejó a Timoteo con los tesalonicenses, porque allí debía ocuparse de varias tareas (1 Tesalonicenses 3:1-2). Lo que había visto en el apóstol también podía transmitirlo a los tesalonicenses, jóvenes en la fe. En definitiva, podía fortalecerlos en la fe.

En un trabajo común, cuando uno es ejemplo y muestra el camino a seguir, y el otro, por su parte, está dispuesto a tomar responsabilidades, esto fortalece mucho la relación entre hermanos mayores y jóvenes.

Pablo delegó diferentes actividades a Timoteo. Es hermoso ver con qué actitud y cómo lo hizo: “Enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto” (Hechos 19:22). Probablemente Pablo podía seguir beneficiándose del servicio de Timoteo, pero como lo necesitaban en otro lugar, estuvo dispuesto a separarse de él por un tiempo.

“Por esto mismo os he enviado a Timoteo… el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (1 Corintios 4:17).

Timoteo debía ir a un lugar especialmente difícil. Pero tenía un buen apoyo, pues todo lo que Pablo enseñaba en las iglesias, Timoteo debía recordarlo a los corintios. La enseñanza de Pablo no era una invención suya, sino la voluntad de Dios, útil para todas las iglesias. El que sirve a los creyentes debe apoyarse en la Palabra de Dios. Solo así este servicio tendrá peso espiritual y alcanzará los corazones.

“Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado” (Filipenses 2:19).

Pablo se interesaba igualmente por los creyentes de Filipos, pero aun así también necesitaba que le animasen. Nosotros también debemos animarnos unos a otros, pues todos pasamos por momentos de debilidad y días en los cuales somos fuertes. Aun así, no deberíamos ocuparnos de una tarea si no tenemos un interés real en aquellos a quienes va dirigida nuestra obra.

“Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño” (1 Tesalonicenses 3:6). Pablo se alegraba al conocer las buenas nuevas y las compartía con quienes recibirían la carta. Es bueno decirle a la persona en cuestión que uno se alegra por él o ella cuando recibe una buena noticia. Debemos tener cuidado, en cambio, con las malas noticias, que se propagan como el viento; es importante reflexionar si esta información es útil, antes de comunicarla, por ejemplo por teléfono, porque después es difícil detenerla.

Confianza

Para poder trabajar bien juntos, sobre todo cuando se trata del servicio para el Señor Jesús, es importante la confianza mutua. Esta confianza se muestra en diferentes aspectos:

  • Discreción: se debe mantener discreción en cuanto a asuntos personales comentados en privado.
  • Puntos débiles: verlos, abordarlos y tener la disposición de aceptarlos. Por ejemplo, Timoteo era tímido (1 Corintios 16:10), tenía una salud frágil y debía cuidarse (1 Timoteo 5:23).
  • Elogios: Pablo hablaba muy bien de Timoteo (1 Corintios 4:17; Filipenses 2:22).
  • Confianza absoluta: Pablo no tenía a nadie tan cercano como Timoteo (Filipenses 2:20).

Fortaleza en el servicio

Los hermanos jóvenes sin mucha experiencia necesitan ser afirmados en su servicio.

En ese sentido podemos aprender lo siguiente de Pablo:

  • Servicio común: sin duda Pablo era el predicador que tenía la mayor participación en el ministerio en los diferentes lugares. Pero él no lo llama «su» predicación o servicio, sino que, nombrando a los colaboradores, lo presenta como un servicio conjunto (2 Corintios 1:19). Esto seguramente afianzó a estos dos hermanos más jóvenes (Silvano y Timoteo).
  • Necesidad mutua: en sus cartas varias veces Pablo dice que espera ver pronto a Timoteo; quería verlo porque lo necesitaba. No solo el más joven necesita al mayor, sino que el mayor también necesita al más joven.
  • Colaboración «de igual a igual»: en varias cartas (Filipenses, Colosenses, Tesalonicenses, Filemón) Pablo también nombra como remitente a Timoteo. De ese modo es presentado a los destinatarios de la carta como un colaborador valioso, y no como un simple agregado del gran apóstol Pablo.
  • El lado personal: las dos cartas dirigidas a Timoteo son personales, por medio de ellas recibió instrucciones, advertencias y consuelo, lo que seguramente lo fortaleció para enfrentarse a las dificultades.

Amistad hasta la muerte, últimas palabras

Al final de la última carta de Pablo a Timoteo es sorprendente ver la total confianza y estrecha relación entre estos dos siervos del Señor. Pablo estaba preso en Roma y sabía que pronto moriría. Por eso escribió a Timoteo una carta muy personal, en la cual destacan dos puntos importantes: la preocupación por el desarrollo de la cristiandad y su amor por Timoteo. ¡Cuánto le habrá tocado esta última carta!

Hoy en día jóvenes y mayores también trabajan juntos. Quizá se acompañen solo durante una pequeña parte de sus vidas, o tal vez sea como en el caso de Pablo y Timoteo: un trabajo conjunto desde la conversión hasta la muerte. En los que trabajan juntos, ¡qué bueno es ver reflejados algunos aspectos de la relación entre estos dos siervos del Señor, de la que tanto podemos aprender!

K. Brinkmann

 

Tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
2 Timoteo 4:5-8

El servicio de un siervo fiel

Dios es un Dios de medida (2 Corintios 10:13). Midió todo, tanto el don que nos confió como el servicio que corresponde. Nunca exige demasiado de sus siervos. Por eso es importante que conozcamos y aceptemos nuestra medida, y que no la sobrepasemos bajo la presión de las circunstancias o por un celo desbordante. Si fuese así, no viviríamos de acuerdo a la voluntad de Dios. Nos sobrecargaríamos trayendo consecuencias nefastas al pasar el tiempo. Hacer demasiado se torna tan peligroso como no hacer nada.

Podemos aprender de Pablo a no traspasar la esfera de acción que nos fue determinada. El apóstol tenía cuidado de no penetrar en el campo de actividad de los demás ni descuidar el suyo (2 Corintios 10:13-16). Cumplía su tarea y esperaba que los demás hicieran lo mismo. En su carta a los Colosenses escribió: “Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor” (cap. 4:17). Igualmente animó a Apolos a ir a Corinto, pero le dejó tomar la decisión (1 Corintios 16:12). Pablo trabajaba mucho, pero comprendía que no podía y no debía hacer todo. A veces también el Señor tuvo que impedirle hacer un viaje, para que no estuviera sobrecargado.

Ya el Señor dijo a sus discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (Marcos 6:31). Quería preservarlos de la sobreocupación. Pero luego, cuando las muchedumbres quedaron hasta una hora avanzada –lo que molestaba a sus discípulos– dijeron al maestro: “Despídelos”. Entonces debió recordarles su responsabilidad diciéndoles: “Dadles vosotros de comer” (v. 36-37). No les permitió eludirla.

Ser fiel en lo pequeño

En general, el servicio comienza siendo pequeño, y aumenta con el tiempo. Normalmente ocurre lo mismo con la esfera de actividad. Su amplitud aumenta –si es la voluntad de Dios– según la fidelidad con la cual cumplimos nuestra tarea. Nunca deberíamos forzar ni precipitarnos en servicios que el Señor no nos atribuyó.

Sin embargo, el principio permanece: “A cualquiera que tiene, se le dará” (Mateo 13:12). Es normal que haya un crecimiento, un progreso.

A menudo sucede esto: Mientras nos afanemos por conseguir más tareas en el servicio, el Señor nos hará esperar. Más tarde, cuando pensamos estar bastante cargados, puede suceder que el Señor nos pida más. En primer lugar quiere preservarnos del orgullo, del pensamiento de que somos capaces. Lo que nos ayudará es cultivar la actitud de corazón que expresan estas palabras: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10). El Señor quiere enseñarnos también a no hablar por nosotros mismos, sino por el Espíritu de Dios que mora en nosotros. Así no se tratará de nuestra propia fuerza sino de la suya (Mateo 25:21, 23).

Recompensa a la fidelidad

Lo que recibimos, no es solo el don, el servicio que cumplir, el crecimiento espiritual y la esfera de actividad, sino también la recompensa por el fiel cumplimiento de nuestra tarea. Ante el tribunal de Cristo, ni la grandeza del don, ni la importancia del servicio o la extensión de la esfera de trabajo, ni siquiera la madurez espiritual serán recompensados, sino únicamente la fidelidad que habremos manifestado día tras día.

Esta recompensa será otorgada por Aquel que dijo: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Marcos 10:45). ¿Quién sirvió fielmente como él?

(Extracto) U. Furrer