Lectura previa de la Biblia: Josué 15:16-19
Dijo Caleb: Al que atacare a Quiriat-sefer, y la tomare, yo le daré mi hija Acsa por mujer. Y la tomó Otoniel, hijo de Cenaz hermano de Caleb; y él le dio su hija Acsa por mujer. Y aconteció que cuando la llevaba, él la persuadió que pidiese a su padre tierras para labrar. Ella entonces se bajó del asno. Y Caleb le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Concédeme un don; puesto que me has dado tierra del Neguev, dame también fuentes de aguas. El entonces le dio las fuentes de arriba, y las de abajo.
Acsa era hija de Caleb, un hombre de fe y uno de los doce espías enviados a la tierra de Canaán para reconocerla. Durante su viaje de cuarenta días, Caleb quedó profundamente impresionado por la maravillosa herencia que Dios quería dar a su pueblo. Pero debido a la incredulidad de la mayoría de los israelitas, tuvo que permanecer con el pueblo en el desierto durante mucho tiempo. No obstante, su gran aprecio por la tierra de Canaán seguía vivo en su corazón. En Josué 14 vemos que por fin recibió su herencia y tomó posesión de ella, tras 45 años de espera.
Durante su victoria en la tierra, Caleb anunció: “Al que atacare Quiriat-sefer, y la tomare, yo le daré mi hija Acsa por mujer” (Josué 15:16; Jueces 1:11-15). Otoniel, su sobrino, tomó la ciudad y recibió a Acsa como esposa. Al irse, ella animó a su marido a pedir un campo a su padre (v.14 «Versión Moderna» de Pratt). Acsa no solo quería un hogar en Canaán, sino también un campo donde pudiera cosechar los maravillosos frutos de la tierra (Deuteronomio 8:8). Caleb dio a la joven pareja una tierra, pero su hija aún no estaba satisfecha. Sabía que para que este campo produjera frutos en abundancia, necesitaría agua. Entonces se bajó del asno y pidió a su padre: “Concédeme un don; puesto que me has dado tierra del Neguev, dame también fuentes de aguas” (Josué 15:19). ¿Cómo podía Caleb negarle esta petición? Entonces le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.
Apliquemos a nuestra vida espiritual lo que caracteriza a Acsa en este relato.
Acsa se interesaba por su herencia
¿Qué podemos aprender de ello? La tierra de Canaán, con sus abundantes alimentos, nos habla de las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Dios nos las ha dado en Cristo, para que las apreciemos y las disfrutemos.
Tenemos bendiciones individuales: Somos hijos de Dios y sabemos que nuestro Padre celestial nos ama. El Espíritu Santo mora en nosotros y, por medio de la Palabra de Dios, nos presenta las glorias del Señor Jesús. Disfrutamos de estas bendiciones especialmente en nuestra vida personal de fe. También tenemos bendiciones colectivas: Como creyentes formamos parte de la Iglesia (la Asamblea) de Dios; por el Espíritu Santo estamos unidos a Cristo en el cielo y a todos los redimidos en la tierra.
¿Hasta qué punto estamos interesados en nuestras bendiciones espirituales? Como jóvenes creyentes, ¿estamos dispuestos a dedicar tiempo y energía a conocerlas y a disfrutarlas en la práctica?
En su interés y afecto por la tierra de Canaán, Acsa se diferenciaba de muchos israelitas:
– Los que durante la travesía por el desierto quisieron volver a Egipto (Números 14:4) no tenían ningún interés en Canaán. Para nosotros Egipto es una imagen del mundo que, por medio de sus innumerables ofertas, trata de robarnos el gozo de las bendiciones espirituales. Tengamos cuidado para que nuestros corazones no sean influenciados por el mundo y perdamos nuestro interés por Jesucristo.
– Las dos tribus y media que se quedaron al otro lado del Jordán (Números 32:1, 5) a causa de sus grandes rebaños de ganado también despreciaron la tierra. De esto aprendemos que incluso los bienes materiales pueden invadir nuestro corazón a tal punto que nos volvamos indiferentes a lo que Dios nos ha dado en Cristo.
– Lamentablemente algunos de los israelitas que entraron en la tierra no tuvieron el valor de luchar por una herencia personal (Jueces 1:21). Estos son una imagen de los creyentes que tratan de evitar la lucha espiritual de Efesios 6, pero precisamente de ella depende el disfrute personal y colectivo de las bendiciones celestiales.
Acsa apoyaba a su esposo
Otoniel conquistó valientemente la ciudad de Quiriat-sefer. Él también deseaba tener una herencia personal en esta hermosa y fértil tierra. Después de casarse, su esposa lo apoyó en este deseo incitándole a pedir un campo a su padre (vea la V. M.).
Acsa es un buen ejemplo para todas las esposas; porque comprendió lo que el Creador había determinado desde el principio para la mujer: ser una “ayuda idónea” para su marido (Génesis 2:18). Acsa apoyó a Otoniel en las cosas buenas y lo animó en lo que él mismo consideraba importante.
Rogó con determinación
Acsa conocía a su padre. Con determinación le pidió fuentes de agua para regar el campo. Caleb se alegró al ver su interés por la herencia y con gusto le dio las fuentes de arriba y las de abajo.
Las fuentes de arriba son una imagen de Cristo, el Hombre glorificado en el cielo. Él es quien da su verdadero valor a las riquezas celestiales. En las fuentes de abajo podemos ver al Espíritu Santo que, en la tierra, habita en cada creyente y en la Iglesia. Por medio de la Palabra garantiza que las bendiciones espirituales permanezcan vivas en nuestros corazones.
Nuestro Padre responderá a nuestras peticiones con tanto placer como lo hizo Caleb con su hija. Su respuesta incluso superará nuestras esperanzas, como vemos al final de la oración de Pablo: “A aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos” (Efesios 3:20-21).
Conclusión
El ejemplo de Acsa nos anima a:
– desear las riquezas espirituales que nos han sido dadas en Cristo, para que nuestro corazón se llene de ellas cada vez más.
– pedir con determinación a nuestro Dios y Padre la energía de la fe para comprender mejor estas verdades cristianas y así gozarnos más en el Señor Jesús.
Persévère