¿Qué es?
Entre la humanidad hay innumerables opiniones acerca de cómo se ha de salvar el alma. Esto se debe a los distintos pensamientos de los hombres, porque no hay ambigüedad alguna tocante a este asunto tal como es revelado en las Sagradas Escrituras.
Invariablemente el pensamiento humano está en oposición a la revelación divina, y Dios nos dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
Un testimonio personal
Para el beneficio de otros, van copiados dos trozos escogidos de una carta personal que escribió cierto individuo luego que él comprendió la sencillez del Evangelio de Cristo dice:
- “Antes, yo no entendía que se recibe la salvación como un don gratuito, y pensaba que se lograba ser cristiano en cambio de las obras que se hacen para que se las recompensara con la salvación”. Muchos otros piensan del mismo modo y, ansiosos para hacer el cambio, llegan a descubrir lo que se confiesa en el siguiente trozo:
- “Comprendí que yo no tenia nada de valor que ofrecer en cambio”.
Es cierto que no es la intención de Dios “negociar” con los pecadores, porque las Sagradas Escrituras declaran: “Pero al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. “Dios nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”. “El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el espíritu” (Romanos 4:5; Efesios 2:8-9; 2 Timoteo 1:9; Tito 3:5).
Por el otro lado se ve claramente en la epístola del apóstol Juan, que la salvación es una donación que se ha de recibir con fe y sencillez: “Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida eterna está en su Hijo” (1 Juan 5:9-11). “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Cuando Cristo es presentado como Salvador, o se le recibe, o se le desecha. ¿Qué haces con respecto a él, lector? Cuando la vida eterna te es “donada” de Dios, queda “aceptada” o “rechazada”. Lector mío, ¿qué has hecho tú con ella?
¿No quieres recibir al Señor Jesús como tu Salvador personal y decir con el apóstol Santiago: “Yo te mostraré mi fe por mis obras”? (Santiago 2:18).