Varón y hembra los creó
(Génesis 1:27).
Consideraciones previas
Al escribir este artículo pienso en mis lectores y me pregunto: ¿Eres joven o adulto, hombre o mujer? ¿Has pensado alguna vez cómo un hombre o una mujer puede actuar conforme al corazón de Dios? ¿Aún no has considerado este tema? ¿Te sientes a gusto «en tu piel» (como hombre o como mujer), o tienes problemas para aceptar la responsabilidad que tu género conlleva?
Por supuesto, no conozco tu vida. Pero qué bueno que la Palabra de Dios nos proporcione, tanto al autor como al lector, una guía clara y apropiada para la situación de cada uno.
Aceptar el punto de vista de Dios
Respecto al papel de los hombres y de las mujeres es importante visualizar el punto de vista de Dios. Vivimos en un tiempo en que los conceptos de la educación escolar, de los compañeros, los vídeos en las redes sociales y las «historias» de varios «influenciadores» nos marcan masivamente. En nuestro mundo casi todo gira en torno a la apariencia: ¿Qué vestido me pongo? ¿Cómo me veo? ¿Cuánto peso? ¿Cuántos «amigos» o cuántos «Me gusta» tengo? ¿Cómo voy a presentarme? ¿Qué palabras usaré?
La posición de Dios respecto a nosotros los seres humanos se puede resumir en una frase: “El Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7). Para llegar a una comprensión bíblica de nuestro papel como hombre o mujer, primero debemos aceptar la perspectiva de Dios. Es preciso comprender que todo depende de nuestros corazones.
Un hombre conforme al corazón de Dios
¿Qué caracteriza a un hombre conforme al corazón de Dios? Dios da este testimonio de David, y explica lo que significa: “He hallado a David… varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22). Dios está buscando hombres de cualquier edad que no solo quieran hacer Su voluntad, sino que vivan y actúen conforme a Sus pensamientos. La conducta de David correspondía a los pensamientos de Dios; por lo cual Dios pudo dar este notable testimonio, tanto en su juventud cuando cuidaba el rebaño de su padre, como más tarde cuando combatía contra sus enemigos, cuando huía de Saúl y también cuando reinaba sobre Israel.1)
Pero, ¿qué hacía que David fuera “hermoso” a los ojos de Dios? ¿Cómo hizo la voluntad de Dios? ¿Qué busca Dios en un hombre? ¡Dios busca hombres de confianza, hombres fieles!
¡Sé fiel y hombre de verdad!
“Hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” (Proverbios 20:6). Este versículo me toca, me avergüenza cada vez, ¡y desafía a cada hombre! ¿Seré hallado, y serás hallado, como un hombre de confianza, de verdad? Hay muchas ocasiones y momentos en los cuales podemos demostrar si somos leales o no. David era recto en el cuidado del rebaño; así manifestaba la actitud de su corazón. Cumplió con toda sinceridad y fidelidad la tarea que Dios le había dado.
El Señor Jesús quiere de nosotros tal fidelidad. Las siguientes preguntas quizá nos animen a examinarnos concretamente una vez más:
• ¿Te encuentra Dios en tu habitación como alguien que ora fielmente?
• ¿Lees y aceptas la Palabra de Dios, y esto es para ti un hábito bueno y vivo?
• ¿Dices la verdad siempre?
• ¿Mantienes tu palabra y tus decisiones?
• ¿Pides perdón si te has equivocado?
• ¿Asistes regularmente a las reuniones cristianas, incluida la de oración?
• ¿Cumples fielmente lo que las autoridades (padres, profesores, etc.) te encargan?
• ¿Asumes una responsabilidad espiritual en tu entorno? ¿Oras y lees la Biblia con tu familia?
• ¿Mantienes puros tus pensamientos y tus sentimientos?
• ¿Tratas con pureza y respeto al sexo femenino?
• ¿Eres fiel en la difusión personal del Evangelio, y te aferras a la verdad de la Palabra de Dios?
Una mujer conforme al corazón de Dios
La Palabra de Dios nos presenta muchas mujeres temerosas de Dios. Sin embargo, María, la madre de Jesús, ocupa un lugar destacado entre todas las madres en Israel; ella nos da un indicio de lo que Dios «busca». María halló gracia ante los ojos de Dios de una manera especial. Recibió el mensaje del ángel Gabriel de que daría a luz al Mesías prometido (Lucas 1:26-33). Ante esta revelación, María respondió de una manera notable, manifestando la actitud de su corazón: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38).
El papel de una sierva del Señor
¿Qué significa ser una “sierva del Señor”? ¿Qué actitud interior revela esta declaración de María? Ella se puso enteramente a disposición de Dios, su Señor. Su deseo era obedecer la Palabra de Dios en todo, desempeñar humildemente el papel que le correspondía. Dios nos presenta a María como una mujer creyente (y muy joven) que escuchó la Palabra de Dios, la guardó en su corazón y la puso en práctica (Lucas 2:19, 51). Esta actitud interior no vino «por sí sola», sino que fue precedida por una clara decisión del corazón. Es una decisión que, aun hoy, da más importancia a los pensamientos de Dios que a las opiniones de compañeras, amigas o docentes. Tal actitud trae consigo la determinación de ir a contracorriente, incluso si esto conlleva el ser menos reconocida que otras mujeres jóvenes.
¡Conviértete en una sierva del Señor!
Si eres una hija de Dios, tu deseo será vivir para la gloria de Dios. Por lo tanto, el ejemplo de María (y de muchas siervas del Señor) te desafía a revisar la «comprensión del papel» que tienes como niña o joven y, si es necesario, a adaptarla. Lo bueno de este papel de siervas y siervos del Señor es que somos a la vez siervos y personas que aprenden. El Señor Jesús quiere formarnos cada vez más en su escuela, para que nuestra vida corresponda cada vez más con los pensamientos de Dios.
Las siguientes preguntas pueden dar pistas concretas a la mujer joven para examinarse y quizá reorientarse:
• ¿Te dejas llenar por los pensamientos de Dios a través de la lectura regular de la Biblia?
• ¿Deseas hacer la voluntad de Dios?
• ¿Asistes regularmente a las reuniones donde tu Señor ha prometido su presencia? ¿Acudes a las reuniones de oración?
• ¿Eres una mujer que ora?
• ¿Te caracteriza “un espíritu afable y apacible” (1 Pedro 3:4), especialmente en tu entorno familiar, entre amigos, en la escuela o en el trabajo?
• ¿Haces fielmente lo que las autoridades (padres, profesores, etc.) te encargan?
• ¿Sirves a los demás en tu entorno, incluso si ellos no lo notan?
• ¿Mantienes limpios tus pensamientos?
• ¿Tienes buenas relaciones con hermanas mayores? ¿Sigues los consejos de tales “maestras del bien”, sin rebelarte? (Tito 2:3).
• ¿Tu comportamiento y apariencia cumplen con las normas bíblicas de pureza moral?
A disposición de Dios
Aún hoy, Dios sigue buscando hombres y mujeres jóvenes dispuestos a vivir cada vez más para él. Esto significa, primero, que cada uno acepte conscientemente su papel de hombre o mujer. Si la actitud de nuestro corazón es sincera, seremos formados en la escuela de la gracia de Dios para convertirnos en siervos fieles y obedientes, para la gloria de nuestro Maestro. Así podremos ser testigos fieles en una sociedad que nos presenta papeles de género cada vez más confusos.
F. Peters