Gigantes

¿Hay “gigantes” en su vida? 

(Leer 1 Samuel 17)

El joven David estaba sorprendido, pues allí se encontraba el jefe de estado, el rey Saúl, con su imponente armadura y un ejército de soldados israelitas a su alrededor, hombres valientes y experimentados en la batalla, temblando de miedo. Todos miraban asustados hacia el lugar desde donde venía la amenaza de una gran calamidad.

Entonces él mismo lo vio: allí apareció un ser gigante armado con una fuerte jabalina y una espada enorme. Este se acercaba cada vez más y se burlaba de ellos a gritos, despreciando al Dios de Israel.

Es una cuestión de perspectiva

David no tenía miedo. Tomó su pequeña honda, buscó cinco piedras en el arroyo y se dirigió hacia el gigante. Este, a pesar de su fuerza amenazante, no tenía posibilidades ante los ojos de David, pues se oponía al Dios de Israel. De esta manera la relación de fuerzas cambió completamente.

El gigante se burlaba diciendo: “¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos?” (v. 43). Pero David se preparó, lanzó la piedra y esta quedó clavada en la frente del gigante, el cual cayó a tierra. El peligro estaba vencido, pues ¡todo el ejército del enemigo huyó consternado! Al final, la perspectiva de David era la correcta.

La opinión de la mayoría puede ser errónea 
(leer Números 13 y 14)

Otro suceso: un hombre terminó siendo odiado por no compartir la opinión de la mayoría. Contemplaba los mismos hechos desde un punto de vista totalmente distinto al de sus compañeros, de este modo llegó a conclusiones diferentes.

Nuevamente se trata de gigantes. El pueblo de Israel había enviado doce espías a inspeccionar el territorio que Dios quería darles, y la mayoría de ellos llegó a esta conclusión: “Es tierra que traga a sus moradores” (v. 32), es decir, imposible de vencer. Vieron gigantes que parecían habitar la tierra, ¡sí, verdaderos gigantes! Pero Caleb, uno de los espías, llegó a otra conclusión: “Los comeremos como pan” (cap. 14:9).

¿Por qué razonó así? Porque incluyó a Dios en su plan, y este hecho era tan importante que contrarrestaba todo lo demás, incluso a los gigantes.

¿Cuál es su gigante?

¿Usted también ha encontrado “gigantes” en su vida? ¿Algo que le parece demasiado grande, que le asusta? ¿Quizás… una enfermedad, un problema familiar o profesional, la pérdida de un ser querido, desempleo, alguien que es demasiado “fuerte” para usted y que quiere hacerle daño, muchos miedos que le invaden? ¿Tal vez una pasión o una gran afición que le roba la energía, tiempo y dinero? ¿Algo a lo que haya sucumbido? A veces simplemente se trata de no poder apagar el internet o el móvil cuando ofrecen temas que no convienen, o que sencillamente son una pérdida de tiempo.

La perspectiva correcta

Muchas veces no se pueden negar los hechos, pero la Biblia no solo describe el problema, sino que muestra el camino para vencer a los “gigantes”.

En los ejemplos que la Palabra de Dios nos da se ve claramente que siempre hay dos posibilidades de ver a estos gigantes y enfrentarnos a ellos:

  1. La perspectiva puramente humana
  2. La perspectiva de la fe

Estos puntos de vista nos llevan a valoraciones y comportamiento completamente diferentes, a pesar de que los “gigantes” siempre sean los mismos.

Si incluimos al Señor en el problema, el resultado final será muy diferente, pues Él siempre está por encima de cualquier circunstancia, pero nosotros debemos tener la perspectiva adecuada.

“… No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18).

Si en nuestra vida tenemos esta perspectiva de la fe, los “gigantes” se vuelven pequeños.

A. Unterberg

Los binoculares del diablo

El diablo es muy astuto, pues nos tienta para que nos alejemos de Dios, para que pequemos; y cuando pecamos, hace todo lo posible para que novolvamos a Dios arrepentidos. Para conseguir estos dos objetivos utiliza, en sentido figurado, unos binoculares.

¿Conoce usted los binoculares del diablo? Cuando nos estamos acercando a cosas que están mal, los pone delante de nuestros ojos en sentido contrario, de este modo el pecado se ve pequeño e inofensivo, como si una voz dijese: «¿Qué hay de malo? Una vez no importa, al fin y al cabo todos lo hacen, y solo será un instante en el país del placer. Nadie va a notar nada». De ese modo caemos en la trampa de un enemigo astuto.

Pero cuando hemos pecado, el enemigo voltea los binoculares ante nuestros ojos y de repente el pecado parece enorme, imperdonable y horrible. El enemigo nos acusa diciendo que hemos ido demasiado lejos, que ya no hay vuelta atrás, que nada será como antes, que ahora tendremos que cargar con esto para siempre. Así dudamos en confesar nuestro pecado ante Dios, en tener un nuevo comienzo con él.

Satanás es mentiroso desde el principio. Ya en el huerto de Edén restó importancia al pecado presentándolo apetecible a Eva por medio de palabras descaradas (Génesis 3:1-5). El ser humano cayó en el pecado y desde entonces el diablo sigue seduciéndolo para que peque. También consiguió que Simón Pedro negase al Señor Jesús; puso en el corazón de Judas Iscariote entregar a Jesús (compárese con Lucas 22:31, 34; Juan 13:2). Después, quiso llevarlos a la desesperación, lo que sí logró con Judas Iscariote (Mateo 27:5). Pero no lo consiguió con Pedro, porque este tenía fe, y esta se mantuvo gracias a la oración del Señor (compárese Lucas 22:32).

Dios registra cada pecado y lo mide de acuerdo con su santidad. “Muy limpio eres de ojos para ver el mal” (Habacuc 1:13). Por eso, guardémonos de relativizar o minimizar el pecado, o por el contrario, de pensar que, si hemos cometido un pecado demasiado grande, Dios no lo pueda perdonar: “La ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Por eso, si tropezamos, no nos desanimemos, sino confiemos en la gracia que perdona y que quiere darnos un nuevo comienzo. Así los binoculares del diablo serán ineficaces.

G. Setzer