Moisés y Josué: capacidad para discernir

Moisés: 40 años de educación terrenal

En el libro de Éxodo encontramos la historia de Moisés. Las experiencias que Moisés vivió con Dios son únicas. Su vida muestra la intervención de Dios tanto a su favor como hacia el pueblo de Israel, el cual estaba esclavizado, oprimido y bajo vigilancia como ningún otro. Moisés mismo, siendo un bebé, tuvo que ser escondido, dejado en un río, y luego salvado por la hija de Faraón. Su hermana lo vigilaba de cerca, de tal manera que poco después él pudo volver con su madre para ser alimentado. Así se crió por algún tiempo en un hogar de judíos esclavizados. Más adelante fue educado y formado en la corte del rey más poderoso de esos tiempos. De esta manera Moisés pasó los primeros 40 años de su vida en diferentes entornos, con la influencia nefasta de un pueblo pagano, siendo al mismo tiempo el potencial heredero de sus opresores.

Moisés: 40 años de educación divina (o en la escuela de Dios)

Los siguientes 40 años de su vida comenzaron con el intento de proteger a su propio pueblo. Moisés quería apartar de Israel a los opresores, aunque solo fuese hombre por hombre. Su primer intento de vencerlos por medio de la fuerza fracasó, y tuvo que huir para salvar su vida. Lo que comenzó siendo una vida prometedora, con un futuro brillante en el gran reino de su tiempo, terminó siendo la vida de un refugiado que defendía a unas mujeres desarmadas de pastores arrogantes. Al final se casó con una de esas jóvenes, y él mismo se convirtió en pastor de ovejas (Éxodo 2). Sin embargo, Dios, quien cuidadosamente había guardado la vida de Moisés bajo el dominio de Faraón, lo seguiría haciendo después. Un día, cuando Moisés estaba en el desierto, Dios llamó su atención con una zarza ardiente que no se consumía, y le reveló sus propósitos. Lo sacó de su aislamiento y lo envió a Faraón para liberar al pueblo de Israel. Desde el punto de vista humano, esta causa estaba perdida, pero cuando Dios está de nuestra parte, nada es imposible. Así, por medio de Moisés, Dios condujo a los hijos de Israel al monte Sinaí.

Josué: enseñado por Moisés

El joven Josué, bajo el liderazgo de Moisés, salió de Egipto con el pueblo. Cuando Israel fue atacado por Amalec, Moisés le dijo que escogiera hombres para pelear contra el enemigo; y apoyados por su oración, Josué y todo Israel obtuvieron la victoria sobre los enemigos (Éxodo 17). Estos dos hombres muestran, a pesar de sus diferentes experiencias en la vida, lo importante que es actuar juntos en armonía bajo la dirección de Dios (Salmo 133:1).

Más tarde vemos al pueblo de Israel al pie del monte Sinaí. Moisés estaba en el monte y el pueblo se cansó de esperar que descendiera, despreciando la palabra de Dios e incluso incurriendo en idolatría. La reacción de Josué al escuchar al pueblo de Israel que gritaba en el campamento muestra que todavía no tenía la experiencia de Moisés. Dios había informado a Moisés sobre este asunto, por lo que este sabía lo que estaba sucediendo. En cambio Josué, con su poca experiencia, llegó a la conclusión de que el ruido era de peleas. Moisés le explicó qué eran estas voces, empleando palabras que Josué podía entender: “No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo” (Éxodo 32:17-19). Aquí el joven Josué, «la energía en acción», escuchó al anciano Moisés, «la voz de la experiencia».

¡Cuán útil fue Moisés para Josué, gracias a su capacidad para discernir el verdadero estado del pueblo de Dios! Josué no insistió en que su interpretación fuera la correcta, sino que aceptó la madurez y experiencia de su “hermano” mayor. Cuando llegó al campamento vio que la afirmación de Moisés era acertada, pues allí no había enemigos terrenales, sino espirituales.

Moisés: sabio consejero de Josué

En este punto podemos ver que el discernimiento que Moisés compartía con Josué provenía directamente de Dios. Cuando tratamos con enemigos espirituales, solo la verdad de Dios puede ayudarnos a reconocer y combatir a los enemigos. Después de esta lección, leemos que “el joven Josué hijo de Nun… nunca se apartaba de en medio del tabernáculo” (Éxodo 33:11). Se quedaba con Moisés. Hoy en día los hombres jóvenes también necesitan mentores (¡pero no atormentadores!) que les transmitan la verdad de Dios.

Fue Dios, y no Moisés, quien escogió a Josué para conducir a todo Israel, para que no fuese como un rebaño sin pastor (Números 27:15-23). Fácilmente podía haber sucedido lo contrario. Moisés y Josué tenían una relación muy cercana, y Josué conocía el trabajo de Moisés. ¿Quién mejor que él para continuar su labor? Pero Moisés dejó que Dios escogiera; su experiencia con Dios también le fue útil en este caso.

Finalmente, al morir, Josué recibió la misma honra que Moisés, es decir, ambos fueron llamados “siervo de Jehová” (Deuteronomio 34:5; Josué 24:29). Aquí se pueden aplicar las palabras del Señor Jesús: “Bástale al discípulo ser como su maestro” (Mateo 10:25).

Moisés y Josué: lecciones para el presente

Después de esta pequeña reflexión queremos resaltar tres puntos:

  1. Los hermanos mayores tienen discernimiento y lo comparten con los jóvenes (1 Crónicas 12:32; 1 Corintios 14:20).
  2.  Josué tenía un guía a su disposición y aceptaba gustosamente sus consejos.
  3. Para Moisés era importante tener un sucesor como líder del pueblo, pero a pesar de que conocía bien a Josué, no lo decidió él mismo, sino que le dejó la elección a Dios.

Aprendamos de estos hombres ejemplares, quienes estaban sujetos “a pasiones semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17).

H. Hall